martes, 26 de mayo de 2009

Un toque angelical


El viento silbaba por entre las estrechas callejas del pequeño villorrio situado en la parte más alta de la más elevada montaña de la comarca del norte.
Las plomizas y panzudas nubes se alejaban, sin prisa, del lugar después de haber anegado corrales, hogares, campos de secano y barbechos. Un etéreo rayo de sol se coló, osado, por entre las ramas de los olivos en flor, tocando al paisaje con un brillante rastro de luz amarillenta.
Pese a todo aquel barrizal, yo caminaba calle arriba.
Deprisa.
Nadie se atrevió a decírmelo.
La aldea se mostraba ante mí más vacía que nunca. Tuvo que ser Ángela, mi vecina de al lado, siempre dispuesta a afrontar con valor y resignación las peores noticias de los demás, la que se prestase a hacerlo.
Me alcanzó por la espalda, a traición y a bocajarro. Y sin tacto alguno ni ponerme en aviso, me lo soltó allí mismo, en medio del callejón.
Juro que vi acercarse mi última hora.Y, aunque no recuerdo bien sus palabras exactas, al son de su voz nerviosa, noté como me resbalaba el alma por la espalda hasta llegar hasta mis pies mojados y de tal manera que acabé enredándome con ella. Tropecé y me caí allí mismo. En redondo, como un fardo. Mas debo confesar satisfecho y sin pudor ni vergüenza, que sólo se me rompió la crisma, sabiéndome sólo, y que no se me partió el alma, porque teniéndola como la tenía, tan abajo, fue su caída pequeña, desde los tobillos al suelo del callejón de los presagios

3 comentarios:

  1. Precioso relatos Antonio:
    Ya regresaste de San Diego?-
    Yo ya volvi de Marruecos.
    Besos
    Abulafia

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  2. Donde estás???
    Vuelve plis plis,
    Besos
    Abulafia

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  3. Creo que "me" estoy regresando... Gracias, una vez más, por recordarme que debo hacerlo...

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