jueves, 28 de julio de 2011

Por vez primera






Las cosas en la vida vienen y van; las insignificantes y las importantes también. Y las personas, y los recuerdos, y también los deseos, y las ganas de hacer y las de descansar. Todo llega y se va. Viene y se nos pega, aún sin darnos cuenta. Y ahora lo sé, me hice mayor, de repente. Sucedió de improviso, en un instante, en el mismísimo momento en que se acercó hasta mi memoria, y para quedarse, el recuerdo de aquellas otras tardes de verano, siendo un chiquillo. Tardes de parchís y de lectura, de charla a la fresca, de paseos al atardecer y de sueños, vísperas de aromas de jazmín y de perfume en la piel. Gentes y cosas parecen desvanecerse en medio de cualquier lugar... Pero sólo se ocultan, se parapetan detrás de nosotros mismos, a la espera del mejor momento para asaltarnos por sorpresa y mirarnos directamente y sin ambages, a la cara… Sí, ahora ya sé lo que es eso y lo que cuesta aguantarle la mirada a unos ojos grises o verdes o azules, que se fueron y que regresan para clavarse en los adentros, ante el espejo que nos devuelve, sin previo aviso, la imagen entrecana y cansada de una nueva mañana, muy distinta a la de ayer.
Y es que, aunque no nos demos cuenta, aunque nos esforcemos en no querer aceptarlo, todo el mundo lo sabe, siempre hay una primera vez.